Datos personales

Este proyecto nació en el Liceo 11 de Villa Urquiza, por iniciativa de un grupo de profesoras que sueñan con un mundo más justo para todxs, con menos violencia y más respeto. La educación sexual es una herramienta de liberación y descolonización de los cuerpos, hoy dominados por mandatos que oprimen y provocan sufrimiento. Como la vida es cambio constante, algunas personas se quedan, otras se van, entonces este proyecto toma vuelo propio, se expande, se multiplica, e invita a todxs lxs que quieran sumarse a esta aventura de desandar caminos y armar otros nuevos, mejores...

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sobre el cuerpo de las mujeres

La misoginia se enreda en los deseos, nubla y obstaculiza las miradas, produce violencias, cadenas, tristezas.
El cuerpo es el mayor territorio de poder, por eso el patriarcado se ha encargado de ficcionalizar las femineidades, atribuirle roles estancados, miserias prolongadas, sumisiones, inventar relatos que las mismas mujeres han reproducido por siglos, sin conciencia de la trampa.
Aqui dos videos con la voz reclamante de las mujeres de ayer y de hoy

En 1975, el programa 'F come femme' del canal televisivo francés Antenne 2, lanza al público la pregunta "¿Qué es ser mujer?". "Respuestas de mujeres: nuestro cuerpo, nuestro sexo" ("Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe") es un corto de agit-prop (o 'cine panfleto') en el que Agnès Varda enfrenta a la sociedad patriarcal de la época a través de los testimonios de múltiples mujeres.

 



"Este es mi cuerpo": empoderamiento de las mujeres sobre  sus cuerpos

miércoles, 20 de junio de 2012

La importancia de la educación sexual en la escuela

Mientras los adultos seguimos pensando sobre la pertinencia o no de hablar con lxs chicxs de sexualidad, la realidad nos avasalla a través de los medios masivos e internet y ellxs aprenden que entonces no es posible hablar con lxs adultos, que se tienen que arreglar solxs, que se aprende así, desde la negación y el silencio. 


Entonces aprenden, pero mal, sin orientación, sin confianza.


Estamos viendo con preocupación que demasiadxs niñxs están abandonados a su suerte frente a las computadoras y acceden a contenidos que aun no pueden decodificar. Esto se traduce en perturbación, estrés, conductas agresivas, acoso escolar.
Si un niño o niña no tiene la contención del adulto (padre, madre, familiares, maestras/os) sus derechos están siendo vulnerados y es nuestra responsabilidad llegar antes que la web y los contenidos sexualmente explícitos a las tres de la tarde en la tele.


Siguen pasando los años desde que la educación sexual integral es ley y poco sucede aun en las aulas. Lxs adolescentes que ahora están en 4° o 5° año han transitado la escuela secundaria con muy poca reflexión sobre los estereotipos de género que obstaculizan el amor, el cuidado, el respeto y que generan asimetría y violencia. Se ha perdido una oportunidad que ya no tendrán. Por eso hay que llegar antes, dejar de perder el tiempo. 


Desde Inicial se deben transmitir contenidos que desnaturalicen prejuicios, roles estancados, heteronormatividad, misoginia, machismo. Porque con muchas personas que hayan problematizado lo que se ha construido mal, entonces hay más posibilidad de frenar la violencia. Se pierden horas en reuniones, congresos, programas de TV hablando de la violencia escolar, y no se puede ver que detrás de eso hay MACHISMO-HOMOFOBIA-MISOGINIA presionando para afirmar el poder y la masculinidad. Las peleas escolares a la salida siempre tienen detrás un contenido que se relaciona con el "ser macho", marcar territorio, con la imposibilidad de comunicarse, con maltrato, abandono. Todos asuntos que competen a la educación sexual integral.


Mientras perdemos tiempo, siguen saliendo chicos de las escuelas que vivirán noviazgos violentos, celos enfermizos, desencuentros, falta de cuidado, familias disueltas, abuso, coerción.


Por supuesto que la educación sexual no es la cura mágica de todo, pero sí es una fuerte llave transformadora, que abre puertas de libertad, autonomía, salud.


A continuación, Graciela Morgade, investigadora en Género y sexualidades, invitada a la televisión pública, nos ayuda a seguir pensando.


Para reflexionar entre docentes y familias:

miércoles, 11 de abril de 2012

EL DERECHO A LA IDENTIDAD DE GÉNERO

Otro año, nuevos desafíos, momentos complicados para la escuela pública.

Mientras tanto nuestrxs alumnxs siguen transitando las aulas, desarrollando y formando su identidad, demasiadas veces sin tener a quien acudir cuando ese devenir hombre/mujer no entra en el binarismo y la heterosexualidad obligatoria.

Las personas trans nos interpelan desde su disidencia, y reclaman por fin con cierta resonancia en los medios, que no se les sigan negando sus derechos.

El año pasado hubo una polémica pública por la maternidad de Florencia Trinidad, mediante el alquiler de vientre. En ese contexto, Lohana Berkins fue invitada a "Duro de Domar" y tuvo esta interesante charla con sus integrantes en la cual la activista travesti da una clase magistral sobre identidad de género y derechos.

Para pensar entre colegas docentes:

¿Qué temáticas de la ESI se abordan en el video?
¿Desde qué perspectiva/s o mirada/s?
¿De qué forma nos interpela a lxs docentes? es decir ¿cuál nuestra incumbencia?




Compartimos también el programa "Bajada de línea" sobre la ley de identidad de género. En este video se cuenta sobre la creación del Bachillerato Popular Mocha Celis, destinado a la integración de personas trans, que han sido excluidos de las escuelas por ignorancia de la sociedad, discriminación y transfobia.

POR EL DERECHO REAL DE TODAS LAS PERSONAS A LA EDUCACIÓN, LA SALUD, EL TRABAJO Y LA VIVIENDA




PARA SEGUIR LEYENDO:


NOTA EN BLOG "PROYECTO AJÍ"

lunes, 31 de octubre de 2011

PALABRAS QUE MATAN

Vamos a insistir desde este espacio cuantas veces sea necesario: implementar la ley de Educación sexual en el aula implica luchar por un mundo más justo. Un mundo en el que no mueran las personas por su identidad sexual, en el que las palabras no sean asesinas, no humillen, no se claven en el alma para distanciar, para sentenciar, para marginar. Estamos a años luz de que esto ocurra. Cada año lectivo que transcurra sin que los contenidos de ESI se implementen en TODAS LAS ESCUELAS, es tiempo de dolor, de no cuidado, de violencia multiplicada, de silenciamientos, de hipocresías sobre las prácticas sexuales, de dobles discursos.
Cada niña y niño que transita nuestras aulas vive y aprende de lo que decimos y lo que no decimos, de cada insulto que se deja pasar, de la complicidad del adulto que no mira, que naturaliza la violencia, que la reproduce. Demasiados mensajes cargados de prejuicios escuchan en los medios y en pocas aulas se reflexiona sobre eso.
Basta de crímenes de odio
Basta de violencia misógina, homofóbica, lesbofóbica, transfóbica.
Basta de control sobre los cuerpos
Educar en sexualidad es emancipar, es dar lugar para una vida más libre y más feliz

soy
VIERNES, 28 DE OCTUBRE DE 2011
A LA VISTA

Palabras que matan

¿No será hora de que los medios se pregunten hasta qué punto contribuyen a la violencia y a la muerte con su lenguaje sin respeto a las personas trans?

Por Diana Sacayán
El miércoles 19 de octubre nos desayunamos con la tristeza de haber perdido una compañera: La Moma. Como a tantas otras chicas, no la pudimos ver envejecer. A veces me pregunto cuándo será el día en que algunas de nuestras chicas trans muera de vieja sin que nadie la haya expuesto a la violencia consentida por los discursos de una sociedad ignorante y miedosa, que no acepta que la identidad es una construcción social, que nada tiene que ver con lo natural, que acepte la diversidad como una riqueza, que rompa con la concepción de un sujeto “normal”.
Estigmatizadas las travestis por elección de vida, están pagando lo que la sociedad no quiere ver con sus propias vidas. Conviviendo con frases que las reducen a “tipos disfrazados”, se sienten en autoridad de decretar que son “enfermos”. La Moma, Carolina González Abbat, fue asesinada: asfixiada, apuñalada, golpeada y el solo hecho de que ella haya sido una chica de la zona roja de nuestra ciudad la pone en lugar de acusada y la corre del lugar de víctima.

La causa perdida

Así sucede que cuando se investiga la causa (de la cual ya se sabe que hay testimonios falsos divulgados por los periodistas y la policía) se les pregunte a las compañeras si ella vendía droga. Andrea, gran amiga de La Moma, bien explicó que la droga no es algo inherente a la sociedad trans, “la sociedad entera vive drogada porque no quiere ver. Los mismos tipos que te dan una paliza son los que te vienen a buscar a la noche, solitos y cuando nadie los ve. Son nuestros clientes y después te cagan a palos”. Hoy nos enteramos de que otra chica había muerto en el hospital después de haber estado varios días internada por ser quemada por su pareja.
Otro hecho aberrante fue el asesinato de Ceci, una compañera travesti que fue asesinada en un hotel de la ciudad de La Banda, en Santiago del Estero, de cuatro balazos. Uno en la cabeza, otro en el brazo derecho, un tercero en el omóplato y finalmente en una de sus piernas. Luego de permanecer un día internada, falleció en un hospital de la provincia. El asesino es un presunto cliente ex futbolista que en su declaración alega que Ceci quiso robarle.
En este caso en particular, los familiares no solo se negaron a dar información, sino que además prohibieron la entrada en el velorio y en el día de su entierro echaron a pedradas y palazos.

El medio es el arma

En este hecho, como en los demás crímenes de odio, se oculta la violencia de género contra trans y travestis y el abordaje que los medios de comunicación hacen es de una falta de respeto y ética que deja en evidencia la falta de contextualización de las circunstancias socioculturales y políticas en las que se producen estos crímenes.
En muchos casos, y especialmente en nuestro país, la monopolización de los medios de comunicación ha instalado un discurso único, salvaje y demonizador sobre las identidades de género no tradicionales (léase travestis, transexuales y transgénero) introduciéndose así en la vida cotidiana de l*s ciudadanos que gran parte del día consumen la TV y la Internet, elaborando en el imaginario colectivo una mirada negativa de las personas trans.
En muchos casos las noticias relacionadas con personas trans se presentan confusas, distorsionadas o en un tono que siembra dudas siempre sobre la victima. Una de las cuestiones está relacionada con cómo se nombra a esas víctimas. Por nombrar un ejemplo, cuando se refieren a una personas trans masculina, se acentúa que se trata de una persona biológicamente mujer y en viceversa de una personas trans femenina. La noticia presentada de esta forma crea un único discurso donde se reproducen estereotipos que establecen roles de género.
El lenguaje en los medios juega un rol fundamental en la construcción de modelos patriarcales, sexistas y heteronormativos. Los crímenes de odio cometido contra personas trans son abordados en su gran mayoría como crímenes pasionales y así la noticia des-informa, de manera que convierte en errónea la representación de la realidad.
La transfobia, homofobia y todas las fobias se ven expresadas en este modo de comunicar, que deja en claro la falta de formación de los comunicadores sociales; pero también que el trabajo que se viene realizando es poco y muy largo camino que en esta materia queda por abordar desde las organizaciones sociales que trabajan en defensa de los derechos de las personas trans.
Compartir:
Twitter

viernes, 30 de septiembre de 2011

Viernes, 5 de agosto de 2011
logo soy

¿Y dónde estábamos antes de la inclusión?

Por Valeria Flores
/fotos/soy/20110805/subnotas_y/gom.jpg

Incluir lesbianas. Incluir gays. Incluir trans. Incluir travestis. Incluir en la escuela. Es cierto que muchas de estas identidades, pero especialmente trans y travestis, viven un proceso sistemático de expulsión de los ámbitos educativos. También es cierto que parte de estas identidades ya estamos allí, incluidas como estudiantes, docentes, auxiliares de servicio, familias. Incluidas bajo la lógica heteronormativa escolar, que produce nuestro silenciamiento, borramiento o, incluso, nuestra visibilidad en términos de “caso”, “excepción”, “problema”, “anomalía”, “error” o de una “ausencia presente”, nunca como alguien que está autorizado a formar parte de la cotidianidad.

Las escuelas son fábricas de desigualdad, producen cuerpos cuyas vidas serán admitidas y legitimadas y muchas otras serán combatidas y desechadas. En estos últimos tiempos, las políticas de inclusión son el leit motiv de varias campañas que tienen a la escuela como destinataria privilegiada, una de las instituciones más sobresaturada de demandas bajo la vieja –pero reactualizada– promesa de la modernidad de que la educación pondrá fin a todos los males. En realidad, esta promesa educativa pretendió eliminar lo negativo, aquello que irrumpe para dislocar la aparente normalidad, despojando de palabra y existencia a muchos sujetos que eran marcados con ese signo, licuando la heterogeneidad y neutralizando las posiciones discursivas en conflicto.

Estas políticas de inclusión, alentadas e impulsadas tanto por el Estado como por organizaciones de la “diversidad sexual”, se vuelven lengua obligada y forzosa para pensar la heteronormatividad y el binarismo de género en la escuela. Esta inflación discursiva tendría que, al menos en principio, ser observada con sospecha por quienes desde la pedagogía disputamos las agendas liberales para pensar los cuerpos y los modos de relacionalidad. Porque justamente eso es lo que está puesto en juego en esos vocabularios políticos que darán entrada a las identidades sexuales y de género no heteronormativas en la escuela. Y esas palabras serán clave para que ciertos temas se tornen pensables y otros queden en el reducto de lo impensable. Entonces, no sólo se trata de políticas de accesibilidad y permanencia de lesbianas, gays, trans y travestis en la escuela, se trata también y fundamentalmente, de políticas de conocimiento, es decir, de las lógicas y prácticas escolares que producen sistemáticamente saberes y modos de conocer, en forma binaria y jerárquica, los cuerpos, los géneros, las sexualidades, los deseos.

Políticas inclusivas fueron las de Sarmiento, bajo los ideales civilizatorios de occidente, que construyó la barbarie como un modo de establecer la frontera de lo civilizado para, al mismo tiempo, combatirla. La democratización de la escuela no puede simplificarse a que convivan bajo su techo (si es que lo tienen o no se les cae encima) una multiplicidad de sujetos, sino que la propia convivencia no esté regulada bajo los criterios de homogeneidad y de anulación de los antagonismos. El momento democrático en la escuela aparece cuando emerge la pregunta ¿por qué estos límites?, que viene a alterar el orden existente de lugares y roles preasignados, que viene a interrumpir el régimen de subjetivación gubernamental orientado a la despolitización del disenso.

Hoy asistimos a una proliferación de expertos en inclusión, que hablan el lenguaje del déficit democrático y apuntan a la educación escolar como un agente importante en su reducción. Un lenguaje que suele desconocer y silenciar la importante producción teórica del activismo feminista y de la disidencia sexogenérica sobre las normas y el régimen sexopolítico que disciplinan la producción de cuerpos y placeres. Hay una abundante retórica sobre la “diversidad sexual” y casi no se menciona la heteronormatividad.

Débora Britzman, una investigadora queer en pedagogía, nos invita al desafío de desmantelar los órdenes conceptuales que esconden cómo la diferencia marca la diferencia y a pensar cómo la normalidad se convierte en un elemento imperceptible en el aula. La producción de la normalidad sólo es posible mediante la producción de lo extraño, de modo que el horizonte de una propuesta educativa crítica se despliega más allá de trabajar la homolesbotransfobia como corrección de una actitud individual y psicológica. Crítica de la inclusión, el añadido de voces marginales y las pedagogías de la tolerancia, porque producen las mismas exclusiones que dicen subsanar, Britzman afirma con contundencia que la inclusión confirma que la aceptación de la otredad presupone y necesita la ilegitimidad del otro. En el mes de noviembre de este año, podremos escucharla durante el IV Coloquio Internacional Interdisciplinario: Educación, Sexualidades y Relaciones de Género, que se realizará en la UBA.

Los discursos de la aceptación, el respeto y la tolerancia no son formas neutras ni inofensivas, por el contrario, generan consecuencias en la vida cotidiana de nosotrxs. Pensar las relaciones entre heteronormatividad y escuela provoca una hendidura en el presente, reconfigurando los territorios del debate, en el que la lucha acerca de las palabras no son meras vicisitudes semánticas, son disputas por lo público, por el control de la mirada que define quiénes somos y cómo son los otros, y por modos de nombrar sobre los cuales lesbianas, gays, travestis, trans hemos batallado arduamente.

martes, 16 de agosto de 2011

Nuestro proyecto en Página 12


las12

VIERNES, 12 DE AGOSTO DE 2011

EDUCACION

La palabra habilitada

Una niña de Misiones pudo contar, en una tarea que le pidió su maestra, que su tío la había violado. Esta situación demostró una vez más que a través de la escuela se pueden prevenir o contener abusos sexuales. La implementación de la Ley de Educación Sexual Integral en todo el país es imprescindible para el cuidado del cuerpo de chicos y chicas. Todavía falta para que llegue a todas las aulas, pero el camino está en marcha. Y cada vez más organizaciones piden su efectiva implementación.

Por Luciana Peker

“¿Cuál fue el día más triste de su vida?”, les preguntó la maestra. Ella contó que un tío había intentado abusarla y que su hermana la defendió. De esta manera, salió a la luz el abuso sexual que sufría una niña de Misiones. Después, ella lo denunció ante la Justicia –según el relato de la periodista Mariana Carbajal, en Páginal12– y él, como parte de la impunidad materializada en venganza, la violó. Ella se quedó embarazada. Y ahora pide por un aborto no punible que está contemplado en la ley y que sólo la injusticia de no aplicar una ley de 1921 hace que la niña padezca la violación perpetuada en su cuerpo.

Igualmente, su caso vuelve a demostrar la necesidad del efectivo cumplimiento de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral. Mabel Bianco, presidenta de la Fundación Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), contextualiza: “El número creciente de niñas víctimas de abusos sexuales crece en el país y junto a ello los embarazos producto de esas violaciones y el pedido de madres, padres y las niñas de interrumpir los embarazos forzados. Pero detrás de esos casos está la ausencia de la educación sexual integral que permitiría enseñar a niñas y niños a distinguir y denunciar el abuso sexual y a los maestros saber cómo actuar en estos casos”.

La Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE) también remarca: “Estamos convencidos de que la educación sexual es la mejor herramienta para disminuir la cantidad de embarazos adolescentes, prevenir las enfermedades de transmisión sexual y VIH/sida y, fundamentalmente, situaciones de violencia y abuso sexual”. Aunque no se trata sólo de espantar demonios, sino de convocar al goce: “También, para aprender a disfrutar y cuidar el propio cuerpo”, subrayan.

La semana pasada un proyecto de ley de la diputada porteña María José Lubertino para que haya preservativos en las escuelas (que los y las adolescentes ya pueden ir a buscar a los centros de salud) suscitó una polémica mediática como si la sociedad argentina se sonrojara por el sexo mientras el reflejo televisivo arde de sexo sin filtro.

Es cierto que lo más debatido fue que la posibilidad de pedir profilácticos empezaba –según la iniciativa– en sexto grado. Pero eso no quería decir que las relaciones sexuales comenzaran a esa edad, sino que pudiera comenzarse con el conocimiento de la única barrera conocida actualmente contra el VIH. Pero, además, la televisión que comenta un video de sexo explícito (como el robado a Silvina Luna) a las diez de la mañana después se horroriza si se trata de hablar, mostrar, tocar o regalar un pedacito –salvavidas– de látex. “Hoy, los chicos/as no se encuentran en condiciones de traducir todo el bagaje de imágenes, datos, situaciones que reciben diariamente vía Internet, TV y la publicidad”, cuestiona CADE, que trabaja junto a Ctera.

Mara Brawer, subsecretaria de Equidad y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, explica qué se hace y qué falta hacer para que la educación sexual no sea letra muerta, sino escrita en las carpetas escolares: “Quizás no llegó a las aulas de la manera que queremos. Pero hay provincias que no hacían nada y que ahora hacen congresos, gremios que realizan seminarios y el ministerio reparte seis millones de ejemplares de la revista Educación Sexual Integral para charlar en familia, que nos la sacan de las manos”.

¿Pero por qué todavía no todos los alumnos y alumnas reciben educación sexual?

–Se avanzó mucho en los últimos dos años. Entre la nada y la llegada al aula existe un trecho largo, pero hay montón de cosas que están pasando. En la comunidad educativa, en los sindicatos y en las provincias hay movimiento. Aunque esta tarea es intensa y el esfuerzo no tiene que cesar hasta llegar a los chicos y chicas –dice Brawer.

¿La educación sexual es bienvenida?

–En la ciudad de Buenos Aires la realidad es otra. Además de la ley nacional, existe una norma local, pero que tampoco se cumple. Según denuncia Lubertino, el año pasado había un escaso presupuesto de 1.500.000 pesos para capacitar a docentes o imprimir materiales. Pero, de esos mínimos fondos, sólo se usaron 1500 pesos. Ni para fotocopias. Por eso, María Elena Naddeo, Raúl Puy, Eduardo Epszteyn y Aníbal Ibarra inquirieron, igual que Francisco “Tito” Nenna, el 22 de julio del 2010, al Poder Ejecutivo encabezado por Mauricio Macri, sobre el cumplimiento de la ley de educación sexual. Todavía no hay respuestas, principalmente, las que piden los chicos/as en las escuelas.

La abogada Mariela Belski, directora de Educación y Discriminación de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), explicita: “Se está incumpliendo la aplicación de estándares fijados por diversas leyes nacionales, así como compromisos internacionales asumidos por nuestro país. Además, un claro ejemplo de la falta de implementación de estas políticas puede visualizarse en los datos de abortos, mortalidad materna y embarazos adolescentes. En el 2009 el Ministerio de Salud registró que del total de 44.615 nacidos vivos en la ciudad de Buenos Aires, setenta correspondieron a madres menores de 15 años, 3053 a madres de entre 15 y 19 años y 7694 a madres de entre 20 y 24 años”.

“Si queremos una sociedad igualitaria, tenemos que trabajar los estereotipos de género, la diversidad sexual, los modelos estéticos que nos vende el mercado, que todos los chicos y chicas puedan acceder a métodos de anticoncepción y no sólo quienes tienen dinero para adquirirlos. Es la escuela el lugar donde se da la justicia pedagógica”, señala Brawer. Pero cuando se da algún paso, la educación sexual trae, también, resistencias. La Red de Padres de Tucumán denunció que el Ministerio de Educación de la Nación distribuyó seis millones de ejemplares de una publicación que promueve –según ellos y según ellos está mal– “las relaciones homosexuales, el lesbianismo, el travestismo y desdibuja la diferencia sexual y complementaria entre el varón y la mujer y su intrínseca capacidad de fecundar”.

Brawer responde: “A mí me asombra que haya críticas feroces a un material respetuoso, pedagógico, con información científica y que esos sectores no alcen la voz en repudio de lo que los chicos ven y escuchan en los medios de comunicación: la grosería y una sexualidad mecánica y sin respeto”.

“Silencios prolongados, ojos vendados, oídos tapados. Sin voz, sin palabra, sin escucha.”

“En ciertos sectores de nuestra sociedad pareciera que lo que no se dice, lo que no se ve, lo que no se escucha no sucede. En las escuelas, sin embargo, acompañamos situaciones de padres y madres de 14 o 15 años, pibas y pibes abusados, enfermedades de transmisión sexual, noviazgos violentos, familias violentas, etc. Aunque nos llamen a silencio, esto sí acontece. No podemos llamarnos educadores mientras pibes y pibas sigan padeciendo el silencio que oprime, que ciega, que enmudece”, enseña Gustavo Galli, director de una escuela secundaria de La Matanza.

“Ser adolescente hoy es vivir en un torbellino de estímulos e imágenes que aceleran los deseos y convierten la intimidad y la sexualidad en un objeto de consumo. Los cuerpos se exhiben a toda hora, se invita a las niñas y niños a tratar de encajar en modelos de belleza y éxito asociados al erotismo. Hay una ley de educación sexual que no se implementa en forma efectiva en las aulas, entonces no se pueden lograr cambios reales que generen conductas de cuidado. Sin embargo, sigue siendo la escuela el primer lugar de confianza, a veces el único”, dice una docente que sabe de lo que habla porque habla de educación sexual. Ella es Victoria Arias, profesora de Lengua y Literatura en escuelas medias de la Capital Federal, que ejemplifica: “L@s adolescentes siguen teniendo vergüenza a la hora de comprar preservativos o de acercarse a un centro de salud. Pero las relaciones sexuales ocurren, aunque los adultos nos hagamos los desentendidos. Los empujamos desde los medios masivos a iniciarse sexualmente para ser ‘cancheros’, pero luego creemos que son niñitos asexuados y nos horrorizamos a la hora de pensar en que reciban elementos de prevención. La escuela es el mejor lugar para que se naturalice el uso de preservativos, para que sientan que es para cuidar su salud. Repartir preservativos no es, como algunos sostienen, fomentar las prácticas sexuales, por el contrario, es habilitar el cuidado y el amor a la vida”.

jueves, 23 de junio de 2011

"Hablar para ellos es difícil"

La escuela es un lugar privilegiado para la construcción de capacidades de simbolización y de expresión mediante las palabras.
La violencia aparece allí donde alguien no pudo hablar, donde pasó directamente al acto. Educar en sexualidad es también visualizar las consecuencias de los mandatos sobre lo masculino y desnaturalizarlos: ayudarlos a saber decir, a expresar sus emociones, a conectarse con su mundo íntimo. Probablemente no tengan luego otras oportunidades en sus vidas para pensarse junto con otros/as y sacarse de encima el pesado fardo de la cultura patriarcal y machista, que deriva en violencia.

PSICOLOGIA › TRABAJO TERAPEUTICO CON CONDENADOS POR VIOLENCIA CONYUGAL

“Yo sé que golpeé a mi mujer”

La autora narra la experiencia en uno de los centros terapéuticos que, en Francia, trabajan con hombres condenados penalmente por violencia conyugal: intervienen sobre “los procesos psicológicos que engendran la violencia, para evitar recidivas y repeticiones de generación en generación. La terapia a los responsables de violencia conyugal se considera indispensable para proteger a las víctimas”.

Por Andrea Pellegrini *

El número de mujeres muertas como consecuencia de la violencia de género en manos de su compañero o ex compañero sigue siendo muy elevado. Las cifras son escalofriantes. En Francia, cada tres días una mujer muere golpeada por su cónyuge en su propia casa. Las víctimas mortales muestran únicamente la punta del iceberg de la violencia y discriminación que sufren. Sólo el 9 por ciento de ellas se atreve a franquear la esfera privada y a denunciar la situación. El problema de la agresión de géneros no puede entenderse solamente como un problema personal. El comportamiento del hombre violento puede inscribirse en un tipo de personalidad determinada, pero esto no basta para explicarlo. La violencia se entiende en un contexto sociocultural, en un proceso de construcción social de los géneros y en particular de la construcción de la identidad masculina. (...)

Durante un año concurro, en calidad de observadora, al proyecto piloto de una asociación afiliada a la Fnacav (Federación Nacional de Asociaciones y Centros para Autores de Violencia Conyugales y Familiares), que trabaja en estrecha colaboración con el Servicio Penitenciario de Inserción. Los hombres allí reunidos lo están por obligación, por una decisión de la Justicia. Algunos, para asistir, salen de la cárcel donde están detenidos; otros están bajo libertad condicional; otros, presos domiciliarios, llevan pulsera electrónica. Todos están condenados por violencia conyugal en todas sus formas: física, verbal y sexual. El grupo es representativo de la realidad. El infierno conyugal existe en todos los medios sociales y culturales. Están reunidos bajo la misma consigna un jardinero, un investigador, un albañil, un funcionario de Tribunales, un barman, un comerciante, un electricista. De la banalización a la toma de conciencia, del enojo a la aceptación, de lo factual a lo íntimo, el camino es largo y sinuoso.

Todos empiezan por defenderse, por hablar de la violencia desencadenada por el otro: la mujer. La versión más común es la del accidente. Son incapaces de reconocerse como hombres violentos y tratan de justificar sus conductas como respuestas a un contexto particular. El pasaje al acto se cuenta como un desborde en una situación excepcional. Mohamed es un hombre de treinta años con aspecto de gordo bonachón, de esos que tienen aspecto de no matar a una mosca. Está condenado a diez meses de cárcel porque su mujer lo denunció, luego de un altercado: “Ella insultó a mi madre y yo le di una patada en la pierna y me fui, me fui a dar una vuelta porque me sacó... Los vecinos la llevaron al hospital y con un certificado del médico le hicieron firmar la denuncia... Yo no sabía nada de todo esto, salí a tomar aire... Es cualquier cosa... ¡Soy un tipo calmo!”.

Remi, funcionario, veinte años, banaliza y evoca lo pasado como un percance. Al escucharlo, parece estar hablando de un accidente en la ruta: “En el medio de la discusión se me cruzó y me topé con ella, la choqué, chocamos, pero fue excepcional... La decisión de la Justicia es exagerada. ¡Ni siquiera tenía un moretón!”.

Los demás asienten con la cabeza. Es la primera impresión compartida: la de injusticia. Todos coinciden en que las medidas legales son desmedidas, todos afirman haberse sentido desbordados en el medio de una pelea, pero minimizan los hechos, los golpes, las marcas sobre el cuerpo: “Fue sólo una pelea”; “La empujé y se cayó mal”; “Ella se hace moretones fácilmente”; “Le di un par de bofetadas, es todo, ¡ya es historia!”. Los golpes son para ellos insignificantes. Lo que los afecta efectivamente es la decisión judicial, porque a partir de ahí la violencia se hace palpable y la visibilidad de sus actos los empieza a incomodar. La sentencia es en un primer momento más traumática que lo sucedido en la esfera íntima.

“Lo que más me aterrorizó fue ir al tribunal. Me vinieron a buscar a casa a las diez de la mañana”, dice Alex, un chico de veinticuatro años que trabaja en unos de los bares más top de la ciudad. “Lo más duro de toda esta historia es tener que llevar una pulsera eléctrica, saber que la tenés todo el tiempo para dormir, para bañarte...”

La medida de la Justicia marca el principio de una toma de conciencia de la gravedad de los hechos cometidos; por eso, una de las prioridades del gobierno francés y de la Federación es articular la ley con la toma de conciencia. Este es un momento crucial en la vida de estos hombres: la articulación entre lo público y lo íntimo, entre lo social y lo personal. Hablar es para ellos difícil, pero lograr que se expresen es una manera de empezar a proteger a las mujeres. La mayoría son hombres de “acción” y tienen una real dificultad de elaboración y simbolización.

Representaciones mentales insuficientes hacen que durante muchas sesiones su discurso se organice en torno de la realidad concreta y lo más trivial: hablan de sus oficios, de lo cotidiano, de mecánica, con lujo de detalles. La resistencia a abordar el mundo interno e íntimo es un denominador común.(...)

Todos los sujetos del grupo tienen esquemas bien aferrados sobre la relación entre hombres y mujeres, justificados por un discurso social dominante muy marcado. Durante las sesiones se conversa mucho de mujeres: de la propia y de todas las otras, porque “son un género aparte”; “son todas iguales”; “cuando no querés que se vaya tu hombre tenés que hacer un mínimo, ¿no?”; “te confunden todas y te enroscan con sus bobadas”; “y sí, muchachos, tenemos todos el mismo modelo” (hablando de sus mujeres).

Entre ellos se enfurecen contra “ellas” y coinciden en casi todo. En esos momentos nadie parece tener conciencia del carácter sexuado de sus palabras y aun menos del de sus actos: “¡Y qué, ella también un día me dio una bofetada y no por eso llamé a la policía!”.

Ese día estamos sólo dos mujeres en el grupo, la terapeuta y yo, pero nuestra presencia real ha sido momentáneamente olvidada y uno de ellos protesta: “¿Por qué no hay nunca mujeres en el grupo, eh?... ¿Por qué?... ¿Dónde están las mujeres?... ¿No podríamos invitarlas ya que tienen tanto que decir?”. La sesión finaliza con una suerte de conclusión: “Mi jefa, mi vieja, mi tía, mi mujer, son todas iguales, me tratan todas de la misma manera: me comen el coco”. Y todos asienten.

Estos hombres dicen mucho a pesar de ellos, de los lugares asignados e inamovibles que ocupan y que explican la complejidad de la violencia entre hombres y mujeres, que se engendra siempre en la conjunción de representaciones rígidas de la diferencia de géneros, en la reproducción de los modelos familiares, en una incapacidad o falta de elaboración y simbolización de los acontecimientos de la vida.

El grupo funciona como una contención para estos hombres: favorece la expresión de los conflictos personales. Las historias de unos resuenan y hacen eco en los otros: “Si fuese el único en el mundo, estaría en un psiquiátrico –dice Anthony–. Al menos sé que no soy el único idiota sobre esta tierra”. Constituyen un grupo de pertenencia desde el cual cada uno va separándose y definiéndose a partir de su propia historia: “Tu historia me hace pensar en la mía, pero cada historia es distinta, ¿no?”, le dice Alex a Anthony. “Sí, parecida, salvo que yo esperé trece años antes de separarme.”

Desde sus lugares rígidos y a pesar de sus palabras recurrentes, estos hombres nos enseñan mucho sobre la complejidad de la violencia entre hombres y mujeres. En esa zona oscura de convergencia de historias de vida, de modelos familiares, de representaciones rígidas sobre la diferencia de sexos y de la incapacidad para elaborar todo esto, allí se dilucida de a poco el surgimiento de la violencia. La palabra va reemplazando paulatinamente los efectos de separación que representan, para estos sujetos, los golpes. Transformar el pasaje al acto en acto de pasaje es el trabajo al cual nos abocamos en cada sesión. Y la palabra se vuelve cada vez más significativa.

El año se termina y mi misión llega a término. Alex deja el grupo porque se va a vivir a otra ciudad: “Hace más de un año que asisto al grupo y hoy me voy... Yo tenía muchos prejuicios, el grupo me daba miedo. No quería hablar de lo sucedido con todo el mundo, pero hoy me siento bien en el grupo, aunque haya cosas de las cuales todavía me da vergüenza hablar... Es bueno poder analizar para no repetir... Lo que pasó es un punto negro en mi currículum, una mancha en mi vida... No quiero reproducir el esquema de mi padre, que es para mí como una ruta trazada de antemano, y hacer daño a la gente que quiero... Viéndonos a todos aquí reunidos, empiezo a decirme que, si bien no es un acto lo que resume al hombre que uno tiene enfrente, incluso si ustedes no me conocieran, yo sé que golpeé a mi mujer, y vuelvo a ver la escena una y otra vez y sé cómo puedo ser a veces, cómo soy en definitiva. Es una mancha en mí, visible y resistente. Aquí pude hablar del problema que me habita: la violencia”.

Esa fue también mi última sesión. Día de despedidas. Una vez más, cuestión de separaciones.

* Licenciada en Lingüística y Psicoanálisis, Universidad de Paul Valéry. Montpellier, France. El texto se publicará este año en el sitio de la Fédération Nationale des Associations et des Centres de Prise en Charge d’Auteurs de Violences Conjugales et Familiaires (Fcanav).

http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-170624-2011-06-23.html


miércoles, 22 de junio de 2011

Que las identidades no sean un chiste

Nos hemos acostumbrado demasiado a escuchar , recibir y proferir insultos sin pensar en qué estamos diciendo.
Hay que entender de una vez por todas que nunca el chiste es ingenuo si ridiculizamos a alguien o si para ofender utilizamos como insulto para degradar, la nacionalidad y la identidad sexual o étnica de las personas.

Es una responsabilidad de los que educamos, trabajar para desnaturalizar los estereotipos que derivan en malestar, humillación y violencia.

LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACION

Diversidad y medios

Roberto Samar y Emiliano Samar advierten sobre el uso de los estereotipos en el humor mediático y lo que ello conlleva de discriminación, advirtiendo que existen nuevos marcos legales que necesitan ahora de cambios culturales.

Por Roberto Samar * y Emiliano Samar **

Los discursos humorísticos que circulan en los medios masivos tienden a fijar estereotipos, los cuales con el tiempo impregnan nuestro sentido común y condicionan la forma en que interpretaremos a los demás. Esta fijación de características negativas sobre ciertas comunidades facilita la naturalización de la discriminación.

En ese sentido, en las últimas décadas, en algunos programas de entretenimiento circulaba un discurso que colocaba a quien elige como objeto de deseo a alguien de su mismo sexo en el lugar del “chivo expiatorio”. A modo de ejemplo recordemos dos casos: Fabián Gianola, en el programa Los Benvenuto o Hugo Arana en Matrimonios y algo más.

Actualmente, con menos fuerza, estos mensajes siguen circulando. Como denuncia el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión, el programa de televisión que conduce Ariel Rodríguez Palacios, La Cocina del 9, transmitido por Canal 9, emite enunciados discriminatorios de forma constante haciendo chistes y comentarios de carácter homofóbico.

En estas producciones el personaje gay es ridiculizado, al menos, por dos características que se le imprimían desde una mirada burlona: la primera lo estigmatizaba como “la chica histérica”; y la segunda dejaba ver cómo, desde lo corporal, también había una construcción prejuiciosa acerca de la forma de caminar, el timbre de voz, el movimiento de sus manos y de sus ojos, etcétera.

La sensibilidad, la superficialidad y el miedo se destacaban con una carga peyorativa y como calificativos que atravesaban sólo a lo femenino. Estas mismas características eran exacerbadas en un hombre, siendo esto motivo de burla.

En ese sentido, estábamos frente a una “discriminación social”, la cual es definida por el sociólogo Carlos Belvedere como la exclusión social legitimada y/o institucionalizada basada en un estereotipo que naturaliza una identidad social mediante la sutura en torno de rasgos particulares a los cuales se les adscriben dogmáticamente como indisociables características negativas que no le son necesarias.

Es decir, en los chistes se naturalizaban prácticas que cargaban a la identidad “gay” de características que no le eran propias. La complejidad del problema radica en que al operar desde el humor no apelaban a la racionalidad, sino que actuaban sobre nuestro sentido común profundizando sus efectos.

En algún punto esta ridiculización generaba la exclusión y el miedo de las personas que elegían amar a alguien del mismo sexo. Como sostiene el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión, “la risa y la comicidad no sólo niegan la condición ideológica de los prejuicios sino que refuerzan la diferencia y reproducen las relaciones de desigualdad”.

Romper estos estereotipos instalados durante años es una tarea colectiva que demandará tiempo. Probablemente el establecimiento del matrimonio igualitario y la plena implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fomenten la existencia de nuevos discursos y nos facilite la difusión de nuevas formas de ver el mundo. Quizás proponernos desde los medios de comunicación la revisión de las prácticas cotidianas sea la tarea que sigue ante las nuevas leyes que responden a un cambio cultural necesario que se viene gestando.

En ese sentido, no es lo mismo una cosa que otra, porque en el discurso, en el día a día, en la manera de referirnos a los otros y las otras está la semilla del cambio.

Todos y todas tenemos el deber de revisar las prácticas que durante años dejaron su surco. Todos y todas debemos preguntarnos qué se esconde detrás de frases que repetimos sin pensar: “negro de mierda”, “es un judío”, “manejás como una mina”, “¿qué sos, mariquita?” y la lista sigue, claro. La tarea es nuestra. El cambio cultural está en marcha. Las leyes dan marco legal al cambio. Ahora es nuestra tarea diaria la que marcará el camino. Matrimonio igualitario, ley de medios, Día de la Diversidad Cultural Americana... se abrió el juego, se abre el camino... andemos.

* Licenciado en Comunicación. Docente de Filosofía Política Moderna, UNLZ.

** Profesor de Enseñanza Primaria. Docente Teatral. Coordinador del proyecto “Hacia una escuela libre de discriminación”. Docentes por la Diversidad / UTEe-Ctera.